Boletin Informativo de la Parroquia San Rafael de Asuncion

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El silencio de María: mirar y amar la realidad

Queridos amigos, hace cinco años inaugurábamos la clínica. Hace veinte años San Riccardo Pampuri, que da el nombre a la casa Divina Providencia, era santificado por Juan Pablo II. El 1º de mayo comienza el mes dedicado a la Virgen, durante el cual celebraremos unas fiestas marianas en particular: la de la Virgen de Fátima (13 de mayo), la de María Auxiliadora (24 de mayo), Visitación de la Virgen a su prima Isabel (31 de mayo). Por este motivo, partiendo de la realidad deseo que la carta de este mes tenga un punto de referencia: La Virgen María y en particular el silencio de María.

Si, justamente el silencio de María porque cada día percibo que vivimos en la confusión verborragica uno con el otro. Nadie nos ha educado y nos educa al silencio. No sólo esto sino que estamos convencido que el “hablar” sea la forma más alta de caridad. “Padre, yo en mi trabajo hablo mucho con la gente, con los empleados porque me cuentan sus situaciones personales, sus problemas, sus depresiones, etc. La gente necesita hablar…”. Y ¿trabajar? “Pero Padre, la gente necesita que alguien le escuche”. No cabe duda  ¡pero el trabajo es trabajo! “Chismosear” es más cómodo que escuchar la realidad o dejar que la realidad te escuche porque esta postura, la única auténticamente humana, te obliga a trabajar, a mirar la realidad, a responderle y te impide hacer lo que te antoja, te impide de seguir tus imágenes, tus fantasías.

Pero vamos a contemplar a la Virgen.

1. La Virgen, educada por sus padres, no la vemos para nada “ocupada” en chismear o en hablar con la gente. Si tal vez se nos ha ocurrido leer los evangelios ¿cuántas veces hemos visto a la Virgen preocupada en hacer relaciones públicas? ¿Cuántas veces nos hemos encontrado con la Virgen hablando con sus colegas de balde? ¿Cuántas veces la hemos visto perder tiempo fuera de su casa, yendo de casa en casa aconsejando a la gente? Era ama de casa y como tal vivía con alegría.

El evangelio dice: “la Virgen conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón”. Cuando después del nacimiento de Jesús atiende en la gruta de Belén a los pastores que avisados por los ángeles se fueron a adorar a Jesús “conservaba todo en su corazón, meditando”. Me encantaría que ella estuviera presente en la clínica, en el colegio, en las casitas de Belén, de los ancianos, en las obras profit, en la casa de todos para ver como hubiera usado el tiempo, el teléfono, como se hubiera relacionado con todos.

Me gustaría que bajara del cielo y trabajara con nosotros para ver si perdía tiempo durante el trabajo en consolar al personal o si hubiera sido un ejemplo de seriedad laboral, no perdiendo ni siquiera un segundo detrás de lo que no le competía. Tengo la certeza de su puntualidad, de su dedicación, de su entrega llena de cariño a los demás, en particular a los enfermos, pobres, niños, ancianos, como testimonia su visita a santa Isabel después del anuncio del Ángel. Ni siquiera con el Ángel Gabriel perdió tiempo. Delante de la propuesta no le pide permiso para pensar, no le pide unos días de reflexión – quizá – yendo al campo o retirándose a Santiago, Misiones, junto a los Benedictinos… más bien en un instante afirma: “hágase de mí según Tu palabra”. Una decisión de un segundo.

También con su esposo José  me encanta pensar lo bondadosa, atenta, laboriosa, esencial, poco locuaz, más bien preocupada que no faltara nada. Creo que más que usar la lengua usaba la mirada con los vecinos. Ciertamente habrá tenido sus amistades… pero no el chismerío o una palabra de balde. Le habrá encantado hablar de su hijo y escuchar a los demás hablar de los suyos. Se habrá preocupado de compartir gozos y dolores, penas y alegrías, como durante la boda de Caná.

La conciencia de haber sido elegida por Dios determinaba cada instante de su vida, de sus relaciones. En una palabra, la Virgen obedecía a la realidad, escuchaba la realidad, respondía a la realidad. Cuando cocinaba, cocinaba. Cuando limpiaba, limpiaba. Cuando cosía, cosía… y no andaba de aquí para allá buscando consuelos. También en los miles de sufrimientos y dolores (no olvidemos la profecía de Simeón) nunca habrá perdido la sonrisa o habrá tenido un comportamiento antipático, inhumano. La conciencia del Misterio le permitía de vivir el canto del Magnificad en cada instante. ¡Era una mujer!

Entonces, mirando a la Virgen ¿cómo vivimos la realidad? ¿Buscamos en la realidad la respuesta a nuestros problemas o perdemos tiempo detrás de nuestras imaginaciones o de un consuelo barato, hecho de palabras? ¿Cómo usamos el tiempo libre, el teléfono? ¿En nuestro lugar de trabajo leemos la Biblia, rezamos el rosario o sudamos laborando? ¿Somos esenciales en nuestro dialogo?

 

¿Durante el trabajo estamos conscientes que el único dialogo humano es con la realidad que, mediante la responsabilidad que tenemos, responde a lo que nuestro corazón desea? La Virgen con su silencio nos indica que es la realidad el grito más fuerte que responde a nuestro corazón indicándonos que “Él existe”.

2. El dolor y la solidaridad de la Virgen. El dolor exige el silencio y el silencio es la característica del dolor. Pensemos en La Piedad de Miguel Ángel o la que está en Santa Rosa Misiones. En la primera mira, con su rostro dramáticamente lleno de cariño, la cara de su hijo muerto. En la segunda, mientras tiene en su regazo al hijo muerto, su mirada levantada hacia el cielo es como si dijera: “Padre, todo se ha cumplido, se ha cumplido aquel “SI” que al anuncio del ángel, aún jovencita, pronuncie delante de Tu llamada”. Dos posturas diferentes de su rostro: una hacia el hijo muerto, la otra hacia el Padre, pero ambas llenas de silencio. El silencio es el “SI” al Misterio a la realidad que grita: Él Existe.

 Desde el primer momento, cuando el Arcángel desafía su libertad manifestándole el designio del Misterio sobre ella, hasta allí en el Calvario donde, como afirma el evangelista San Juan: “Estaba al pie de la cruz”, su mirada silenciosa, cargada de conmoción – quizá de preocupación teniendo tan sólo 15 años – y después de dolor, ha sido el “SI” definitivo  que permitió a Dios de salvarnos.

Para la Virgen el dolor “la espada” profetizada por Simeón en el día de la presentación del Niño Jesús al templo, y cumplida en el Calvario, nunca fue objeción para que su adhesión al Misterio fuera toral. Ella vivía para aquel Hijo, ella se entrego desde el primer momento totalmente al Padre, cumpliendo Su Voluntad. Y esta conciencia de pertenencia, “Virgen y Madre, hija de tu Hijo” escribe Dante en su Divina Comedia, se transforma durante toda su vida en solidaridad, en una gratuidad total porque sin gratuidad la solidaridad se vuelve ideología.

Su entrega al Padre, su entrega al Hijo es la entrega total a cada uno de nosotros. Ella es corredentora porque participa en el sacrificio de Cristo, motivo de nuestra salvación.

¿Somos conscientes de esta verdad? ¿Qué significa para ti mirar a María? ¿Cómo enfrenta el dolor? ¿Tú “SI” es como el de la Virgen? El Magníficat expresa la humanidad de María: ¿Te sentís parte de aquel canto?

¿El silencio es para ti una mirada leal a la realidad que te invita a reconocer la gran Presencia?

A la Virgen no le interesa tu devoción, ella quiere tu adhesión radical al designio de Dios, a Su Voluntad. Seamos sinceros: ¿No te parece que tus crisis, y – quizá – tus enfermedades o el modo con el cual las enfrentas son la evidencia de tu falta de fe? Ojalá que en este mes de María descubramos la humildad y grandeza de esta Madre “termino fijo del eterno consejo” y “signo de segura esperanza”, como aún escribe el gran poeta italiano Dante Alighieri.

P. Aldo