Boletin Informativo de la Parroquia San Rafael de Asuncion

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El sentido de la caritativa

I. Finalidad

1,- Antes que nada nuestra naturaleza nos da la exigencia de interesarnos por los otros.

Cuando hay algo lindo en nosotros, nosotros nos sentimos impulsados a comunicarlo a los otros. Cuando se ven otros que están peor que nosotros, nos sentimos impulsados a ayudarlos con algo nuestro. Esta exigencia es tan original, tan natural, que está en nosotros aún antes de seamos conscientes de ella y nosotros, justamente, la llamamos ley de la existencia.

Nosotros vamos a la “caritativa” para satisfacer esta exigencia.

2.- Cuanto más vivimos esta exigencia y este deber, tanto más nos realizamos a nosotros mismo; comunicar a los otros nos da precisamente la experiencia de completarnos nosotros mismo. Tanto es así que, si no somos capaces de dar, nos sentimos disminuidos.

Interesarnos por los otros, comunicar a los otros, nos hace cumplir el supremo deber de la vida, más bien el único deber, que es realizarnos a nosotros mismos, a llevarnos a cabo a nosotros mismos.

Nosotros vamos a la “caritativa para aprender a llevar a cabo este deber.

II. Consecuencias

La Caridad es la ley del ser y está antes de cualquier simpatía y de cualquier conmoción. Por eso el ayudar a los otros está desnudo y puede estar privado de entusiasmo. Podría perfectamente no haber ningún resultado así llamado “concreto”. Para nosotros la única actitud “concreta” es la atención a la persona, la consideración de la persona, es decir del amor.

Todo lo demás puede venir como consecuencia: como Jesús que después hizo los milagros y sacio el hambre de la gente. (continúa)

Mons. Luigi Gissani

La “caritativa” es el camino a la gratuidad

¿Qué es la caritativa? Me encantaría que cada uno de los lectores leyeran un pequeño librito escrito por monseñor Luigi Giussani: “El sentido de la caritativa”, para comprender qué es el cristianismo. Y ya desde ahora les prometo que lo vamos a publicar con el próximo boletin.

La caritativa es un gesto de caridad, como asistir a los enfermos, acompañar un anciano, etc., destinado a educar la persona en la gratuidad, es decir, a vivir la existencia como afirmación de aquella relación original constitutiva del yo que es el Misterio que nos crea en cada instante. La gratuidad es un don de lo Alto, no es una capacidad humana porque el hombre es estructuralmente egoísta y por eso con su energía no logra relacionarse con nada y con nadie en modo verdadero, preocupado sólo de afirmar el destino del otro.

Existe en todo lo que hacemos la búsqueda de un interés, de algo que nos empuja a querer una recompensa, un provecho parcial que nos deja, al final, angustiados y molestos porque vivimos pretendiendo siempre algo del otro, exigiendo una correspondencia que el otro no puede darnos. La gratuidad es un don de Dios, pero necesita también una educación y la caritativa es el camino educativo para descubrir, para pedir este don. La caritativa es el comienzo de la respuesta a una necesidad del otro. Necesidad bien resumida en las catorce obras de misericordia corporales y espirituales:

Obras de misericordia corporales

1. Dar de comer al hambriento.

2. Dar de beber al sediento.

3. Vestir al desnudo

4. Visitar a los enfermos

5. Asistir al preso

6. Dar posada al caminante

7. Sepultar a los muertos.

Obras de misericordia espirituales

1. Enseñar al que no sabe

2. Dar buen consejo al que lo necesita.

3. Corregir al que se equivoca.

4. Perdonar las injurias.

5. Consolar al afligido.

6. Tolerar los defectos del prójimo.

7. Hacer oración por los difuntos.

Desde hace 2000 años la Iglesia es el lugar único en el mundo donde se vive esta experiencia de caridad y que sigue educándonos a vivir la dimensión caritativa como exigencia estructural de la Iglesia misma. Nuestra comunidad, en el marco de esta historia, es un ejemplo y un lugar privilegiado para vivir la caridad. Durante estos últimos años he tenido la gracia de ser testigo de lo que significa vivir la caritativa como ejemplo de educación a la gratuidad.

De vuelta de Italia me quede un día en San Pablo, como huésped de los amigos que todos conocemos, Marcos y Cleuza Zerbini. Ellos la última vez que estuvieron en Paraguay se comprometieron con su Movimiento de los “Sin Tierra” de dar cada mes a la Casita de Belén 1000 dólares, fruto de una labor que semanalmente realizan: vender por la calle bebidas, comida, etc. Y así fue.

Paso un mes y, estando yo allá con ellos, me entregaron el fruto de su compromiso diciéndome: “Padre, este sobre contienen 1000 dólares. Es lo recaudado en este primer mes para sus niños. Para nosotros esta plata es la memoria viva de cada uno de ustedes, es la memoria de vuestra amista con nosotros”. Nunca hasta ese día había oído hablar de la caritativa como un gesto de memoria, la memoria de los amigos que en Asunción viven, dan su vida por los necesitados.

Me quede con una oración en el corazón: “danos Señor un corazón grande, como el de los Zerbini, para amar, dame la sencillez de vivir cualquier gesto, también el más humilde como el de vender gaseosa por la calle, para educarme a la gratuidad”. Se aprende haciendo.

Cuando en la noche del lunes 25 de mayo volví a Asunción en avión, no podía aún creer en tanta caridad y seguí rezando al Señor para que también en mi comunidad crezcan personas con este corazón humano.

El otro gesto que me impacto esta semana, es el del Vicepresidente de la República que, desde cuando fue elegido al segundo cargo del Estado, está viniendo al final de cada mes al Poli-consultorio para atender los pacientes que sufren patologías referentes al corazón. Ver la puntualidad, la seriedad, el amor con el cual cumple este gesto gratuito con todos los compromisos que tiene no puede no provocarnos una pregunta: ¿y yo que hago para educarme a la gratuidad? ¿yo dedico una hora de mi tiempo libre para ayudar a los demás?

En la clínica se necesitan fieles voluntarios que donen media hora para dar de comer a los enfermos postrados e impedidos. Pero ni siquiera los que se comprometen son fieles. Basta una lluvia, un poquito de frío y ya el Espíritu Santo – del cual hoy celebramos la fiesta y que es la energía de la caridad – desaparece de nuestra vida.

Oh Espíritu Santo, rompe nuestros corazones de piedra, danos la gracia de un corazón tierno, fiel, blando, generoso, sencillo, amoroso, disponible para amar. Has que desde hoy todos en la parroquia se comprometan en este camino de caridad para educarnos a la gratuidad.