Boletin Informativo de la Parroquia San Rafael de Asuncion

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CARTA DEL MES DE JUNIO La belleza es gratuidad y trabajo (Asuncion 15 de Junio 2011)

 

Querido amigos/as, en este tiempo me han conmovido unos grupos de personas:

1.- Las que libremente han dado su diezmo al final de abril cuando pusimos a todos la posibilidad de renunciar al 10% del aumento decidido por el gobierno en los últimos días de abril. Un aumento imprevisto y que nos creó unos problemas en cuanto nuestro sistema es el sistema de la Providencia, que nos da siempre, fielmente, pero en el tiempo, lo que necesitamos. Estas personas han testimoniado pertenecer a esta obra y por eso serán bendecidas por el Señor que nunca se deja ganar en generosidad, más bien nos dona el ciento por uno.

Mi vida y la de mis padres son o han sido un testimonio claro y preciso de esta verdad. Por eso Dios hizo que a ellos nunca les faltaran las papas, los porotos, la harina, la leche necesaria para vivir como sus hijos. Raras veces escuché hablar entre ellos de la plata, como tampoco vi a mi papá  buscar trabajo de aquí para allá, para redondear su magro sueldo. En toda su vida trabajó sólo de albañil, ganando lo necesario para garantizarnos el pan y el estudio. Por eso Dios les ha dado el premio de un hijo sacerdote y el don de la salud que fue necesario para educar a sus hijos.

2. – El segundo hecho, al cual no pude asistir, porque estaba en Italia, fue el concierto en favor de la clínica y he visto a la hermana Sonia y a unos amigos/as involucrar una cantidad de personas, tanto en la preparación del espectáculo, como en la búsqueda de auspiciantes y en la participación del concierto.

3.- También el colegio “Pa’i Alberto” encabezado por su directora, unas semanas antes había organizado con el grupo “El sembrador” un concierto de música paraguaya con la finalidad de buscar fondos para la terminación de la biblioteca y la puesta en obra del nuevo edificio que hospedará la escuela profesional de modo que los chicos que acabarán con el noveno grado si quieren, puedan continuar aprendiendo un trabajo manual o una carrera profesional que responda a las reales necesidades de nuestro país, hoy día mucho más importante y necesario que un título académico destinado a incrementar toda clase de parásitos.

También esta iniciativa, víctima del mal tiempo, ha sido un ejemplo de lo que significa pertenecer a una obra y no sólo participar, que significa ser protagonistas de una obra que sólo Dios mantiene en pie y viva. Mirando a estos y otros ejemplos, agradezco al Señor porque veo el lento pasar de la generosidad a la gratuidad, del voluntarismo que tanto ha dañado y daña a la Iglesia y a la sociedad, a la conciencia de lo que significa finalmente ser cristianos y, por ende, pertenecer a una nueva familia, la familia de los hijos de Dios.

Es conmovedor ver cuántos signos hay entre nosotros de la presencia de Cristo, en las personas, a veces más sencillas, que nos testimonian con su vida el propio amor a Cristo. No olvidemos nunca que el cristianismo comenzó con un grupito de 12 personas, que el cristianismo se difundió en el continente europeo gracias a un grupito de monjes guiados por San Benito, que las Reducciones que dieron origen al Paraguay han sido el fruto de unos padres jesuitas y franciscanos apasionados por Cristo.

Y es a estas personas enamoradas de Cristo que nuestra libertad está llamada a mirar, personas para las cuales la relación personal con Cristo se expresa en todos los detalles de la vida, desde la higiene personal, la limpieza de la casa, hasta el apagar las luces al salir el sol, conscientes que todo tiene un costo y el tratar cualquier objeto de trabajo con cariño. Personas para las cuales la conciencia de la propia relación personal con Cristo las hace conscientes de la exigencia de un trabajo personal. Y el primer trabajo es la formación personal que pasa mediante aquellos encuentros semanales en los cuales se pone como tema la vida, la realidad.

Ya en una carta a las enfermeras subrayé el dolor que pruebo al ver el desinterés de parte de algunos/as, que después refleja a 360ª en toda su vida. La formación no es una obligación para los inteligentes sino una exigencia, porque si no existe la persona mucho menos existirá la pasión por la vida, por la realidad, por el trabajo. Formación que significa también leer, estudiar, observar, documentar lo que nos acontece compartiéndolo con los demás. Por eso no me canso de repetir, también si a veces parece que hablo a las piedras, la importancia de prepararse al encuentro, poniendo por escrito, si uno es tímido, lo que le ha tocado vivir en la semana. Contar un hecho y dar un juicio. Es decir, ¿qué he aprendido de lo que viví?

Este trabajo personal es lo que ha educado mi vida y ha permitido al Señor de hacer todo lo que vemos en esta obra a la cual pertenecemos. La belleza es sólo el fruto de una educación. Una chica por más que su cuerpo este bien hecho, si su casa es sucia, también ella será fea. Y lo vemos, porque una vez agarrado un macho, mucha veces feísimo, no se cuida más y con el tiempo se vuelve una “vieja haca”. Y no es que para los varones sea diferente, porque también ellos se transforman en cuña’i. Este mes, siguiendo nuestro itinerario educativo quiero proponer como temas de verificación: Cristo y la cama desordenada y Cristo y el modo de trabajar.

Cristo y la cama desordenada


No es una cuestión del hemisferio norte o sur del mundo, sino de reconocer a Cristo como sentido de la vida o rechazarlo. El orden en la vida, la disciplina, el amor a la realidad y a las leyes cósmicas que la guían, depende de la claridad o no de nuestro destino final y de un lugar que nos eduque a mirar la realidad según la totalidad de los factores que la componen.

Hago unos ejemplos visto con mis propios ojos y escuchando con mis oídos durante mi estadía en Europa, donde encontré muchos jóvenes, en particular jóvenes sin rumbo, desesperados, neuróticos, viviendo con la pretensión burguesa que la realidad coincide con sus fantasías. Por eso sin un mínimo de seriedad. Se levantan cuando se les antoja, estudian en vísperas de un examen, duermen de día y caminan de noche.

Una profesora, querida amiga, me contaba que cada día debe llamar a la casa de sus alumnos para que se despierten para venir al colegio. ¡Una falta de virilidad impresionante! Las chicas viven pasando de un hombre al otro, como yo pasaba de Roma a Venecia y de Venecia a Roma, en el mismo día. Los chicos, sin médula, zombis que caminan y pasan el tiempo de un bar a otro, de una sala de juegos a otra. Esperan el fin de semana o las vacaciones para farrear, salir, dar vuelta por el mundo. Tienen todo y no tienen nada: droga, sexo, dinero, éxito fácil. La plata no falta, los “padres” ausentes y la desesperación terriblemente se adueña de la mayoría.

No pasaba un día sin que mi teléfono no estuviese lleno de mensajes muy sintéticos: “¡Socorro!… Padre, ¿puedo hablar contigo, dónde puedo encontrarte?” No respiré un instante para atender los continuos pedidos de ayuda. Una soledad terrible, que encuentra una fragilidad humana sin comparación en la historia del hombre, y por eso la facilidad de sucumbir delante de las dificultades cotidianas.

Delante de esta situación, me di cuenta una vez más de la educación recibida, que me introdujo desde el nacimiento al conocimiento de la realidad según la totalidad de los factores que la componen. Factores que coinciden con todos los detalles de la vida: limpieza e higiene personal, orden de la pieza, arreglo de la cama, gusto del trabajo, del estudio, valor del sacrificio, del respeto, etc. Al revés de lo que respiramos hoy, donde un chico ni siquiera es capaz de arreglar o una chica que ni siquiera sabe cocinar un huevo frito. Salir, jugar, amistades, compañía… palabras, una más vacía que la otra porque nada tienen que ver con la realidad. Y los jóvenes que dicen haber encontrado a Cristo son los primeros en vivir en el desorden, en la ausencia de compromiso con la realidad. Lo único que muchas veces conocen bien es predicar, mandar, aconsejar, etc. Un burguesismo impresionante, hasta el punto que un vez recibidos en la universidad pretenden ya la secretaria, la oficina propia, ya saben todo, conocen todo. Lo único que no conocen es pedir, seguir, amar el valor del sacrificio. Y, obviamente, cuando llega la borrasca se ahogan en un vaso de agua.

Amigos, la primera condición para enfrentar la vida es desear ser hombre y no moluscos.

Cristo y el modo de trabajar


Durante la estadía en Italia del grupo responsable de la catequesis de la parroquia, muchos se maravillaron de la rapidez, inteligencia, esencialidad, en ver cómo trabaja allí la gente. En particular, lo que impactó fueron dos cosas: la esencialidad en la cantidad de personal que trabaja y la rapidez en el desarrollo de su trabajo. Un ritmo que difícilmente se pueda encontrar en nuestro país.

En la recepción que tuvimos por parte del gobierno regional, grande fue la sorpresa cuando un diputado dijo que en su grupo político (bastante numeroso) había solo cuatro secretarias. Además, en todas las estructuras que abarca el gobierno regional (la región del Véneto tiene tantos habitantes como nuestro país), desde los municipios hasta los departamentos, los empleados públicos son sólo alrededor de 3.000. Nos quedamos con la boca abierta.

Cuando fuimos a un viejo y famoso restaurante de Venecia, para degustar una riquísima cena de pescado, todos nos quedamos maravillados de cómo, sin parar un segundo, pero alegremente, corrían los mozos de una mesa a otra. Estas han sido provocaciones a nuestro modo de entender y vivir el trabajo, bastante lejos de esta postura. Una postura que es la herencia de la cultura católica que aún sigue viva en el ADN de aquella gente. La pereza, el chismerío, la pérdida de tiempo, la lentitud que nos acompaña, inevitablemente nos obliga a preguntarnos: pero, Cristo, que tanto amamos, ¿qué tiene que ver con nuestro modo de trabajar? La respuesta es muy sencilla. Personalmente lo documento diariamente en mi vida.

Cuando la conciencia y la pasión por la realidad están vivas, soy un cohete; cuando la inconsciencia y la fantasía se adueñan de mí, duermo y ni siquiera me doy cuenta de un terremoto. No es una cuestión de tiempo o de “inteligencia”, ante todo, sino de cómo el ‘yo’ vibra delante de la realidad. Un ‘yo’ agarrado por la pasión por lo real, usa la computadora como yo muevo el bolígrafo o la pala. Un ‘yo’ comprometido con la realidad hace en una hora lo que el otro hace en un mes.

La pasión por el trabajo, que es la única forma existente de trabajar, nace de la mirada llena de ternura a la realidad. Pero, ¿cómo uno aprende a trabajar de esta forma? Mirando, como los catequistas lo hicieron en Venecia, a los mozos de un restaurante o escuchando a este diputado hablar de la burocracia de un gobierno reducida a lo esencial. Al final, es siempre un problema personal, el problema de querer ser educado a tomar en serio la realidad y seguir a quien es un ejemplo de vida, con su modo de vivir la realidad. Uno jamás aprenderá la pasión por el trabajo si no sigue a quien ya vive con este entusiasmo.

Con cariño

P. Aldo.

¿Por qué tantos alcohólicos, mujeriegos, drogadictos y pervertidos?


 

 

Antes, cuando vivía en el mundo de la drogadicción, mi corazón era duro, ahora finalmente late, ahora se conmueve. No soy más el “duro” como una piedra de antes”.

Tenía todo, sin embargo, nada me llenaba. Finalmente el encuentro con estos amigos cambio mi vida. Aquí me he encontrado conmigo mismo. Antes era como si mirara la vida a través de un  televisor. Ahora la veo como es, veo la realidad, la toco, la palpo y siento que es otra cosa, es bella, es amiga, vale la pena vivirla. Estoy conmovido por la mirada que cuantos me rodean tiene sobre mí. Una mirada acogedora, tierna, que me permite no sólo de aceptarme como soy sino de mirar a mi humanidad como el camino necesario para encontrar aquel Tú por el cual está hecho mi corazón.

Antes de llegar a esta comunidad, todas las relaciones que tenía estaban dominadas por el interés: “do ut des” (doy para que vos me des), ahora gozo por la gracia de gratuidad. Por años lleve en mi persona el sello de ser un virus, una equivocación de la naturaleza, un error de fábrica hasta que un abrazo cambió mi vida, dándome cuenta, finalmente, de ser un don una gracia. En esta compañía nunca están satisfechos (el tranquilo-pa) los educadores, los amigos que nos acompañan las 24 horas del día sino, que pretenden lo máximo de mí y de sus compañeros.

Muchas veces ésta sana pretensión me molesto, quería huir, pero percibo que es la única alternativa para salir de las frustraciones que tengo y tienen. Y gracias a estas pretensiones en la paciencia descubrí los miles de talentos que no conocía y, en particular, descubrí que significa autoestima, valorarse, amarse, aceptarse uno mismo como don, como un ”Yo soy Tú que me haces” y, por ende, un regalo para toda la vida.

Son algunos de los testimonios que me impactaron durante mi último viaje a Italia, encontrando una comunidad de jóvenes adictos a la droga en Pesaro (Italia). La comunidad lleva un nombre que para mí lo tendría que ser todo: “El imprevisto”, porque de hecho el hombre auténtico, el hombre verdaderamente comprometido con su humanidad, lo único que tiene presente es el imprevisto. Una experiencia impresionante de libertad, libertad de los proyectos, de las previsiones, de los programas, del éxito. Una postura que permite al hombre estar delante de la realidad, vivir como un centinela, siempre alertado por lo que pasa.

Estando con estos jóvenes adictos ha sido como estar con los chicos que llenan la parroquia, el colegio, las casitas de Belén que en cada momento son una sorpresa porque pueden cambiar de un momento a otro. Pensemos, por ejemplo, cuánto es cambiante la emotividad. Sin embargo, la situación en la cual vivimos necesita de adultos, de padres, de educadores que vivan constantemente en alerta, vigilando, atentos a lo que pasa, en particular al grito desesperado de nuestros jóvenes.

Escuchando aquellos jóvenes de la comunidad “El Imprevisto” era como sentir en mi corazón el drama de los miles y miles de jóvenes de nuestro país, jóvenes sin rumbo, abandonados a sí mismos, desesperados. Cada día me encuentro con su rabia hacia nosotros los adultos que en lugar de compartir el drama de su vacío existencial pensamos amarlos llenándolos del estiércol que ofrece hoy la tecnología o el consumismo.

Nosotros, adultos que estamos convencidos que al  chico le basta la notebook de última generación, para que se sienta realizado. Nosotros, adultos enfermos de hedonismo y de sensualidad, que creemos que el problema de los chicos es la educación sexual, las relaciones entre ellos, el condón, las reglas morales del Marco Rector. Nosotros, adultos que en lugar de escuchar sus exigencias profundas les compramos cosas que a ellos para nada interesa.

¿Qué les importa a nuestros chicos las fantasías educativas que propone el Ministerio de Educación? ¿Qué les interesa los valores que, usando miles de estrategias, queremos imponerles invocando incluso el nombre de Jesús, llenándoles la cabeza como hace el campesino con el chancho cuando lo llena de comida? ¿Es posible que no nos demos cuenta de la verdad testimoniada por los jóvenes ex-drogadictos de la comunidad terapéutica de Pesaro? ¿Es posible que aún seamos tan tercos de no entender que un chico cambia, deja la droga, la sensualidad, el alcohol, sólo cuando encuentra personas que viven la respuesta a la pregunta que se hacia San Francisco de Asís ¿quid animo satis? (¿Qué cosa llena, satisface el corazón?).

El problema no es ético, no es axiológico, sino ontológico. Santo Tomas de Aquino afirmaba: “la vida del hombre consiste en aquella afección que más lo sostiene y en la cual encuentra su mayor satisfacción”. Los chicos de la comunidad “El Imprevisto” lo han expresado claramente afirmando: “antes del encuentro con estos amigos mi corazón era de piedra mientras que ahora es de carne”, “antes no tenía interés para nada y ahora que me siento amado, acogido, me miro de otra maneraA.

El problema dramático de la drogadicción, del hedonismo imperante y desesperante se pone allí donde no existe un Yo que se haya impactado con alguien, allí donde no existe un encuentro con Alguien que sea vehículo al Misterio y, por consiguiente, no encuentra una razón adecuada para vivir.

En estos días una chica escribió una carta desesperada: “… tal vez parezco una niña feliz, pero por dentro estoy pérdida, amargada, triste. Siento en el fondo de mi corazón que soy una molestia, que nadie me quiere, que cuando digo algo, lo digo con puro nervio. Yo sólo quisiera que por un día salga algo lindo de mi boca, que pueda decir cosas hermosas, pero no me sa1en, ¿por qué? No sé. En rea1idad mi mundo es un tota1 desastre. Quisiera encontrar la fe1icidad que ando buscando, yo vine aquí en busca de felicidad y cariño.

Me falta algo pero no sé qué es (…)

Me siento super triste y no quiero ir a ningún 1ado, ni al colegio, donde sólo voy a terminar los trabajos que me dan. No quiero ser como los que supuestamente dicen ser mi ”madre” y ”padre” ja! ja! Me hacen reír, me dan risa, porque cuando necesité y cuando necesito, ellos no están, Todo eso me da risa y me deja super triste.

Soy una vergüenza para todos, me quiero morir no sé porqué vine a este mundo, para qué esa señora me trajo al mundo, porqué Dios y Jesús permitieron eso; yo creo que soy un fraude, un virus, un peligro para las personas que me rodean. Te juro que lo único que pienso es morirme, pero algo en el fondo, como un viento que me estremece la piel, me ataca, me lo impide. No sé porqué sigo estando aquí, Ud. es la única persona que me atiende….”

2La descripción que esta señorita hace de sí misma, la rabia que vive con todos y en particular con quienes la pusieron en el mundo y que ella desprecia de un modo que asusta, la conciencia que el odio tiene hacia sí misma es un daño para su corazón, la violencia con la cual llega a definirse un “virus” y, al mismo tiempo, su sed de amor, de cariño, son el comentario más bello y dramático de la afirmación de Santo Tomas de Aquino.

¿Cómo recuperarla, cómo devolverle el gusto de la vida, como ayudarla a pasar de la concepción de sí como “virus” a la concepción de ser un don, a la experiencia de la cual habla el profeta Jeremías: “de un amor eterno te he amado, teniendo piedad de tu nada” o, como afirma el mismo profeta: “antes de concebirte en el vientre de tu madre Yo pronuncie tu nombre”, motivo por el cual la identidad suya y de cualquier hombre no comienza con la concepción, no depende de cómo uno ha sido concebido o de lo que ha vivido en el transcurso de su vida, sino del hecho que Dios nos ha pensado, llamado por el nombre antes de todo este recorrido?

Solamente mediante un encuentro porque el Yo nace de un encuentro. Un encuentro, no con la palabra, no con una ética, no con un imperativo, sino con un abrazo valorador de toda la personalidad, como aconteció con Juan y Andrés aquel día en la orilla del Jordán, como aconteció con Zaqueo, con la adúltera, con Mateo, con la samaritana, como ha acontecido con millones de personas durante estos dos mil años de cristianismo, como ha acontecido conmigo encontrando a monseñor Giussani, como acontece con mis enfermos de sida, etc.

Es un encuentro con personas que llevan en su cara los rasgos de la resurrección de Cristo, que cambia la vida sacándola del abismo de la nada. Zaqueo era un delincuente, la samaritana y la adultera eran prostitutas, Mateo era un ladrón… sin embargo, aquel día que la mirada de Cristo se cruzo con los ojos de cada uno de ellos, la vida dio una vuelta de 180º, como pasó con aquellos chicos drogadictos, como pasó con el bandido de Saulo quien perseguía a los cristianos, como pasó con los grandes santos, muchos de los cuales han vivido años en el barro del pecado.

No es a fuerza de escrúpulos que la vida del hombre cambia. El cambio llega de improviso, como un lindo amanecer”, afirmaba Camus, quien era agnóstico. Seguir insistiendo sobre los valores, sobre la moralidad olvidando la ontología es empujar a los jóvenes, en particular, a la inmoralidad y a la desesperación. Ya Juan Pablo I afirmaba: “la Iglesia que ama definirse moderna ha sustituido la gracia de Cristo por un  conjunto de reglas”. Y esta es la razón por la cual la Iglesia cada vez es menos interesante para todos.

P. Aldo    

La autoestima nace de un abrazo


 “Padre Paolo, estuve pensando bastante esta semana, que Dios realmente se manifiesta también mediante un gran dolor. Esta última semana estuve experimentando varias cosas que me dolieron muchísimo y todo el tiempo hizo que esté triste.

El año pasado tuve algunos problemas en el colegio, la directora habló bastante conmigo y me dijo que me faltaba autoestima, que yo no tenía autoestima.

De todas las personas que conozco en el colegio encontré solo a una persona amiga. Una amistad verdadera, una amistad que me cambió la vida y que fue muy difícil de poder encontrar algo así.

Pero esta semana me equivoqué con ella. No fue un error realmente grave, pero igual, dejé todo ese orgullo, todas las manías y pedí disculpa. Pero no aceptó mis disculpas.

La verdad es que me siento muy mal, y de nuevo viene el problema de la autoestima: ¿Quién me quiere de verdad entonces? Si realmente mi amiga me quiere ¿porqué no puede perdonarme?

Fue una semana bastante larga para mí, y espero, Padre, puedas ayudarme, porque como nunca antes siento un vacío inmenso y un dolor muy grande”.

 Mónica, Secundarios C.L.

 

Querida Mónica, nosotros necesitamos encontrar una mirada que non se escandalice de nuestra humanidad, de nuestros límites, de nuestro dolor. Uno necesita tener amigos al altura de nuestros deseos más verdaderos, como lo de ser abrazada y perdonada. Amigos que nos ayuden a vivir lo que verdaderamente vale en la vida. No necesitamos de amigos generosos que nos consuelan, que buscan distraernos, de apagarnos, de levantar nuestro estado de ánimo, de analizarnos psicológicamente, sino amigos que compartan con nosotros la espera grande de nuestro corazón, que me ayude a ir al fondo de mi dolor, de vivir el dolor no como una desgracia o una enfermedad, sino como una Gracia. En resumen, necesitamos que alguien que nos abrace así como somos, que abrace nuestra humanidad así como es.

Solo a través de amigos así crece la autoestima hacia uno mismo, uno no tiene miedo de su humanidad y percibe que este “malestar” es el inicio de la posibilidad de darse cuenta que nuestro corazón puede encontrar paz y consuelo solo en Cristo, el único que no defrauda y nos abraza siempre. Pero, para entender eso necesito de la presencia de un rostro amigo que me lo haga experimentar. Por eso tu grito es mi mismo grito y quiero, como puedo, abrazarlo y ayudarte.

Padre Paolo

Libres como niños


Hace un tiempo mi celular sufrió un accidente, no fue fatal pero quedo aproximadamente sin la mitad de la pantalla. La parte dañada de la pantalla se puso negra y en los bordes tenía algunos colores raros.

Un día, no hace mucho, hablando con mi sobrinita, de aproximadamente 6 años, ella descubre el daño que tiene mi celular y mirándolo asombrada me dice: “Parece del universo”, dándome a entender que parecía de otro mundo, que era algo genial.

Esto realmente me impactó, porque el asombro que había en ella era el asombro genuino de alguien que ve algo hermoso. Aunque en ese momento me pareció que no tenía mucho sentido su reacción ante la situación. Recién, muchos días después, lo entendí. Entendí por qué su reacción fue la opuesta a la de las personas con más edad que ella y era tan simple, los niños no tienen prejuicios.

Para ella no había nada malo en esas luces de colores y era por eso que podía ver la belleza de ellas; a ella todavía el mundo no le había dicho con que ojos mirar esas luces, y sus ojos le decían que lo que ella veía era lindo. Para ella esas luces no eran signo de algo que estaba mal, de un daño, de la perdida de algo material, de algo que costaría dinero, porque a ella nada de eso le importaba todavía, su vida y su mirar simplemente se regían por su corazón, el mundo no la había adiestrado todavía a mirar con la razón, con el cálculo, ella sencillamente aun  miraba con el corazón.

¿Te imaginas una vida con la mirada de un niño? ¿Te imaginas una vida sin prejuicios? ¡Yo sí! La vida sería más sencilla y más verdadera, ya que implicaría deshacernos de los prejuicios sin los cuales seriamos completamente libres. Es por eso que el mundo nos presenta tantas cosas que nos seducen y nos enredan cada vez más con sus cadenas, convirtiéndonos no solo en esclavos sino en títeres de su conveniencia. Es también por eso que nos llenan la cabeza de ideas que son absurdas y vanas, ideas que yo prefiero llamar prejuicios, ideas predeterminadas erróneamente de lo bueno o malo según la conveniencia del que este arriba en el poder, porque no les conviene que seamos libres, no les conviene que podamos escuchar nuestros propios corazones, porque a un corazón libre no lo podrán dominar.

Si te pones a pensar esas ideas solo logran llevarnos a una completa enajenación de nuestros seres, nos convierten en entes que caminan “como se debe”, comen “como se debe”, hablan “como se debe”, en fin son “como se debe” ser y así dejamos de ser nosotros mismos, reduciendo nuestra existencia a lo que deberíamos ser o lo que esperan que seamos, y en consecuencia nos dedicamos a eso y no a vivir la realidad. Hemos llegado a tal punto que esta pérdida de identidad pasó a ser “normal”, y si no eres parte de la masa uniforme, de entes manejables, pasas a ser un anormal.

Pero eso no es todo, este tipo de ideas planteadas en nuestras cabezas pueden también robarnos la humanidad, ya que nuestra sociedad en lo humano últimamente está yendo a pique gracias a los prejuicios.

Imaginase que un hombre tendido en el suelo, con ropa humilde, te pida ayuda para pararse, lo ¿harías? Pues la mayoría no, por los diferentes prejuicios que le han sido inculcados: “que me puede robar, que puede ser loco, que puede esto que puede aquello”. Llegamos a tal punto de guiarnos por la ropa de una persona para calificar su valía, como si él dependería de su ropa, como si fuera que algo material como la ropa pueda ser espejo de lo que hay dentro de él/ella. Como si fuera que algo vano como la ropa te pueda mostrar su corazón.

Ahora entiendo por qué Jesús decía que para entrar al reino de los cielos debíamos ser como niños. Ellos son el ejemplo más puro de un corazón libre, es por eso que todos deberíamos ser…libres como niños.

Sánchez Paola, Secundarios C. L.

¡Impresionante experiencia!


“¡No hay palabras para describirlo. Dios es inmenso, y está vivo.

¡Aquí esta una de las pruebas!”

Acabo de volver de visitar la clínica en San Rafael del Padre Aldo Trento. No tengo palabras para expresar lo que vi, viví, sentí. Mucho ya había oído hablar de la grandiosa obra de este maravilloso sacerdote, pero verlo con los propios ojos es algo que no se puede describir. ¡La limpieza del lugar, la belleza! Nunca vi un sanatorio así, no se huelen remedios, y no hay un gramo de suciedad! Todo tan bello, bien ordenado, impecable. Los pacientes son tratados con tanto amor! El padre Aldo y la hermana Sonia todas las mañanas a las siete hacen su recorrido cantando, y llevando la comunión a cada uno de los pacientes, leen la Biblia.

A aquellos que parten al encuentro con Dios se les celebra misa, y se hace todo lo que corresponde para una cristiana partida. Los sábados de noche jóvenes voluntarios van a pasar tiempo con los pacientes que pueden moverse, y bailan y juegan y hay premios varios.

Visitamos con mi mamá a tres angelitos con hidrocefalia, a quien mi papá va todos los sábados a visitar. No puedo expresar con palabras lo que sentí al conocerlos! Los tres en una hermosa habitación, con música, juguetitos, y por sobre todo toneladas de amor. No pude evitar llorar al salir. Es una mezcla de sentimientos encontrados: ¿Porqué yo tengo que estar tan bien? Y al mismo tiempo: ¿Quién soy yo para cuestionar los planes de Dios?

Uno de los angelitos curó de cáncer a una señora. ¿Y todavía dudan de Vos Dios mío?

La clínica es sólo una parte de la inmensa obra del padre Aldo: está el hogar de ancianitos y ancianitas, el orfanatorio, entre otras cosas. No en vano vienen autoridades y personas de Europa, Estados Unidos y toda Sudamérica a conocer semejante maravilla.

Así es como me siento tan nada. Viendo como estas personas entregan sus vidas a diario en servicio de amor desinteresado hacia quienes más lo necesitan.

A esas personas que no tienen recursos en el mundo, que están muriendo de enfermedades, quienes socorren y acompañan, son estos benditos sacerdotes y monjas. Nadie habla de eso.

Nadie habla de que el porcentaje de Padres pedófilos es del 0.68% y de Laicos pedófilos es del 70%. Nadie dice eso.

Todos están preparados para atacar a la Iglesia sin qué ni para qué, cuándo que si investigaran más antes de hablar, verían que a veces es mejor callarse la boca, y respetar a gente que hace cosas, que quién escupe ese veneno de crítica y maldad está muy lejos de hacer algo por los demás.

Estoy orgullosa de ser Cristiana Católica Apostólica Romana, por los valores que nos guían, por la gente que compone la Iglesia, y porque esta gente hace del mundo un lugar mejor, y que no todo esté tan podrido según dicen.

A los que viven en Asunción, o Paraguay, y tienen el interés y la oportunidad: ¡Visiten La clínica! No van a creer lo que verán. ¡Dios les bendice!

Jime Sánchez Cabriza

¿Cómo enamorarse de Cristo, cómo darle la vida a Cristo?


La respuesta se me presenta cada vez más evidente: «VIVIENDO INTENSAMENTE LA REALIDAD». Diciendo «Sí» con un corazón sencillo a los reclamos que se te presentan a lo largo del día, con la simpleza de un corazón  que se abandona en los brazos de Aquel que todo lo dispone para el Bien de los que lo aman. Descubriendo Su rostro en los signos de su presencia nunca ausente, dejándote provocar por todo lo que te rodea como manifestación de Su amor infinito, te irás enamorando del eternamente Bueno y enamorada sí podrás darle no solo tu vida sino tu corazón entero. Siempre necesitamos enamorarnos más, ya que como dice Carrón «todo es poco para la capacidad del alma», nuestro corazón está hecho para albergar al Infinito, por lo tanto sólo el Infinito podrá saciarlo. Todo lo que pasa y muere será poco para la capacidad de tu alma, que siempre pide más, porque ése más es eterno. Es  mi experiencia, El me enamora en la eucaristía y en sus pobres, en quienes me repite siempre: «A mí me lo hicisteis». Que te enamore y le des más que la vida, sólo espera tu «Sí» de María.

Hna. Sonia

Un abrazo a la realidad

 

Un abrazo a la realidad

Siempre quise dar a conocer un hecho que me conmovió hondamente por cuanto documenta una obediencia pronta y dócil a la realidad.

Con la intensión de trasladar cincuentas sillas aproximadamente del salón multiuso de la parroquia a otro lugar cercano donde tendríamos un acontecimiento al día siguiente, una amiga y yo fuimos hasta allí. Eran las diez de la noche, y nos encontramos con la sorpresa de que un grupo de personas pertenecientes a un cierto movimiento estaba reunido de manera muy formal en torno a un sacerdote que los guiaba y les indicaba los puntos a tratar. Mi amiga me dijo: “¿y si venimos más tarde?”, pero yo, empecinada, le contesté que sería mejor pedirles permiso para retirar las sillas, entonces, entré al salón, y pregunté al sacerdote si podíamos hacerlo, a lo que él me respondió con una actitud que me dejó desconcertada: “¿Cuántas sillas necesitas?” yo le dije: “Mas ó menos cincuenta”, y se dirigió a los presentes: “¡Vamos! ¡Levántense! ¡Ayuden a llevar esa cantidad de sillas!”.  Todos se levantaron, señores y señoras, y juntos en peregrinación íbamos en fila con las sillas en las manos. Llegamos al lugar, las colocamos donde estaban asignadas y ellos fueron a retomar la reunión interrumpida por nosotras. A penas ubicamos todas las sillas, nos dimos cuenta de que necesitábamos más de ellas para cubrir el espacio destinado, por lo tanto, volvimos al salón, de nuevo pedimos permiso al sacerdote para retirarlas diciéndoles que no se preocuparan ya que nosotras nos encargaríamos solas de ello para que pudieran  concentrarse en su reunión, pero él insistió: “¡Vayan a ayudarle!”, por segunda vez se levantaron todos y devuelta el mismo recorrido. ¡Qué impresionante! Un espectáculo vivenciado únicamente donde Cristo es Un Rostro y no una idea. No tengo palabras para describir lo que la postura de este sacerdote me testimonia; una pasión por la realidad donde descubre la voz de Cristo y prontamente responde sin vacilar. ¿Quién otro podría actuar así? ¿Interrumpir una reunión bastante seria, donde hasta el votar estaba en el contenido, levantar a todos los oyentes y obligarlos a responder a una realidad que se presentaba como la Presencia del Misterio?. Es en la acción donde se conoce  la profundidad de los corazones, qué los mueve y qué los conmueve.  A este sacerdote,  no le importó perder diez minutos ó treinta minutos, le importó que sus hijos pudieran comprender que antes que nuestros proyectos “de perfección”, está el “imprevisto” que nos educa a mirar a la cara a Cristo, quien se presenta siempre como ese Alguien que necesita de tu “sí”.  Lo que de verdad le importaba era que ellos entendiesen que antes de la palabra está la caridad. Tuve y tengo la certeza absoluta de que ese tiempo que para alguno pudo haber sido desperdiciado y perdido, fue duplicado y recompensado con el ciento por uno con el amor de Dios, que nunca se cansa de dar; habrán llegado al final de la reunión, contentos por la experiencia del “yo”.

Doy gracias a Dios Padre por ponerme en el camino a este sacerdote a quien nunca antes había visto, pero que se me presentó delante de los ojos como un auténtico testigo de su misericordia; doy gracias por aún existen personas de una fe así, capaces de dar un rostro a cada acontecimiento, de despertar de la anestesia a corazones distraídos, de iluminar con sus decisiones  a voluntades atrofiadas, de educar con sus obras a almas sedientas de infinito, de mostrar a Cristo contemporáneo en un “ahora” hecho carne, por sobre todo, capaces de decir con sus vidas: ¡Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe!”.

Hna. Sonia

Gracias a Dios hay personas que no son cómplices


“Estoy a cargo del PRE-Escolar en el Colegio Páí Alberto y este año me acompañó una ayudante muy joven, pero con gran entusiasmo y enormes ganas de trabajar y aprender. Eso se vio desde el inicio de año donde demostró gran apertura, curiosidad y sobre todo siempre se deja provocar por la realidad. Eso se manifiesta a cada momento, viéndola cómo se involucra en cada actividad, cómo prepara la mesa del desayuno, cómo ordena la clase. Siempre preguntando ¿qué voy hacer? O tomando la iniciativa para realizar algún trabajo. Me llama la atención su disponibilidad, su atención hacia mi persona: es un ejemplo cotidiano.

Pero lo que más me tocó y me conmovió el corazón fue cuando un día de clase a la mañana temprano me envió un mensaje avisándome que no iba a poder venir porque no estaba bien de salud. Mi sorpresa fue cuando en el transcurso de la mañana llegó al colegio, sorprendida le pregunté: ¿por qué viniste, acaso no te sentías mal? Y ella me contestó: “Si es cierto, pero ahora me siento bien y no me parece justo quedarme en casa”.

Fue un gran ejemplo que me dejó una enseñanza de vida, de cómo una persona puede vivir el trabajo con tanta pasión y entrega. Porque normalmente cuando uno se siente mal y pide días de reposos, aunque se recupere ante que terminan los días, sigue…reposando.

A partir de esta experiencia sólo me queda ofrecer mi trabajo y pedir que yo tenga esa misma pasión”.

                                                                                              Prof. Lourdes

                                                                                       Colegio Pa`í Alberto

 

Es de esa belleza que necesita el Paraguay: de gente viva, que vibra frente la realidad, de personas que vivan la realidad como continúa provocación, protagonistas de la propia vida que no buscan calentar sillas, sino quieren vivir a la altura del propio corazón.

Sólo personas así, la Iglesia los llamarías santos, pueden salvar al Paraguay contra la pereza, la corrupción, la violencia, el ser cómplices, el aprovecharse para sacar más dinero o poder, contra la pobreza material y cultural. Ojalá que los colegios católicos y la misma Iglesia vuelva a descubrir la belleza de educar a la fe a través de la realidad, que San Pablo definía ser el Cuerpo de Cristo.

                                                                                                                      Padre Paolo