Boletin Informativo de la Parroquia San Rafael de Asuncion

Inicio » Boletin Parroquial 683 » La amistad nació el día en el cual “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”

La amistad nació el día en el cual “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”


 

La amistad no es una creación o un descubrimiento humano, porque es la estructura misma del Ser Trinitario. Dios en su esencia es amistad. Una amistad eterna, siempre nueva y siempre antigua que une al Padre con el Hijo a través del Espíritu Santo. El Ser existe desde siempre como compañía. Por eso San Juan define a Dios como Amor. Por consiguiente, como afirma Santo Tomás de Aquino, siendo el amor “difusivum sui” (por su naturaleza necesita dilatarse) la compañía trinitaria se ha manifestado no sólo creando el cosmos, sino creando su autoconciencia que es el hombre.

Dios creando al hombre, como afirma el Génesis, a su imagen y semejanza, dilató su amistad trinitaria creando algo similar a Él y, al mismo tiempo, otra cosa de Él. La amistad entonces, ante todo, entre el varón y la mujer y después entre todos los hombres, es el fruto de la amistad trinitaria. Una amistad entre Dios y el hombre que hasta visiblemente, concretamente, el Génesis describe en la bucólica imagen de Dios que al atardecer se entretiene paseando y hablando con Adán y Eva en el Edén. El hombre, varón y mujer, por tanto, nace como compañía y no como soledad. Nadie puede afirmar de ser sólo porque en cada momento el hombre es creado, está hecho por Dios. La fórmula sintética de esta verdad es «Yo soy ahora, en este momento, Tú que me haces».

Sólo cuando el hombre, cada uno de nosotros toma conciencia de su naturaleza divina y humana, de su relación con el Misterio en cada momento y dentro de cualquier circunstancia, no sólo no puede más concebirse solo sino que es capaz de relacionarse con los demás. No existe posibilidad que exista una compañía humana fuera de esta conciencia de sí como relación con el Infinito. La amistad humana nace donde existen personas cuyo rostro está tenso hacia el Infinito. Sin esta mirada no existe relación. Por eso Cristo se hizo carne, porque con el pecado original el hombre perdió su capacidad intrínseca, natural, de amar, quedándose sólo con el deseo.

Y las consecuencias del pecado original, de esta herida original, fruto de la libertad humana que rompió con Dios dando origen a aquella esquizofrenia del Yo por la cual hay una división profunda en el Yo entre sentimiento y tazón, ha sido no sólo la incapacidad del varón de relacionarse con su mujer (Adán que inculpa a Eva) sino de cualquier relación: Caín que mata a bel (destrucción de la familia), la torre de Babel (la imposibilidad de entendernos entre nosotros).

En esta situación humana no hay día de la amistad, no hay proclamas o voluntad que pueda devolver al hombre esta capacidad de gratuidad que define el contenido de cualquier relación humana. Así como Dios lo puso, la fiesta de la amistad no es y no será nunca una iniciativa humana, y no será ciertamente el 30 de julio lo que permitirá al mundo ser un lugar de amigos. Su origen, además del día de la creación, es el 25 de marzo cuando el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Dios después que el hombre le había dado la espalda no sólo no lo abandonó, porque Dios es fiel a su creatura, sino que le recupero como relación consigo y entre nosotros, enviando a su Hijo Jesús. Dios se hizo en Cristo compañía humana, se hizo amistad. Y desde aquel 25 de marzo el hombre puede aún ser capaz de relacionarse consigo mismo y con los demás. Cristo tanto amo al mundo, a cada uno, que no sólo se hizo compañía humana sino que quiso quedarse entre nosotros hasta el final del mundo en una compañía humana que es la Iglesia.

La amistad que nace de Cristo es el sacramento de Cristo. Por eso es también la posibilidad de relacionarnos entre nosotros. No existe más que sentimentalismo orgullosos vestido de miel sino está Cristo. Bastaría mirarnos también nosotros cristianos para ver cuán efímeras y sentimentales son nuestras amistades. Amistades que son también complicidad, un modo aparente y formal de tratarnos. Amistades en las cuales lo que vale es el temperamento, el sentimiento emotivo por el cual, no soportamos compartir la vida, la responsabilidad. Huimos de quienes decimos que son antipáticos.

Pensar que el mismo signo para que el mundo conozca a Cristo es nuestra amistad que nace mirando a la cara a Cristo: “Sean uno para que el mundo crea” afirmaba Jesús. No dijo “sean buenos, coherentes, no se enojen, cambien de temperamento, etc.”, sino “que sean uno”, “ámense los unos a los otros como Yo os he amado”, “reconocerán que son míos si os amáis unos a otros”. Y da también la medida de este amor. “no hay amor más grande de quien da la vida por sus amigos”. Y Él dio su vida para que vivamos como Él vivió y vive en el sacramento de la Iglesia. Vivir con esta conciencia significa experimentar que los amigos son aquellos que se preguntan continuamente lo que de más querido que tenés. Son aquellos que te ayudan a amar a Cristo, porque mirando a Cristo uno descubre la propia humanidad, el propio destino.

Giussani definía la amistad como “Una compañía guiada al destino”. Una compañía que tiene su inicio y su consistencia únicamente en el hecho que “el Verbo se hizo carne y habita entre nosotros” Por eso, sin Cristo existen solo pavadas, tentativas inútiles de  querernos. Y la realidad la documenta: cada día más divorcios, la mujer como objeto de placer, el varón como dictador, aborto, eutanasia, cualquier forma de perversión sexual, violencia sin límites, etc., mientras todos hablan de amistad, de paz.

Pobre hombre ¿Cuándo tomaremos conciencia que sin Cristo, sin una experiencia auténtica de Cristo no podemos hacer nada. Lo ha dicho Jesús: “sin mí no podéis hacer nada”. Ni siquiera decir a una persona un tímido “Te amo”.

P. Aldo


Deja un comentario