Boletin Informativo de la Parroquia San Rafael de Asuncion

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Purgatorio y oración por los difuntos


Por todo el mes de noviembre, nuestra santa madre la Iglesia católica nos exhorta a sus hijos a cumplir de manera especial una de las obras espirituales de misericordia, a saber, orar por los muertos.

La solemne conmemoración de todos los Fieles Difuntos se debe a San Odilón, cuarto abad del célebre monasterio benedictino de Cluny. Él fue quien la instituyó en el año 998, el día siguiente de la fiesta de Todos los Santos. La influencia de aquella ilustre y poderosa Congregación hizo se adoptara bien pronto este uso en todo el orbe cristiano, y que este día fuese en algunas partes fiesta de guardar. En España, Portugal y América del Sur, Benedicto XIV había concedido celebrar tres Misas el 2 de Noviembre, y Benedicto XV, el 10 de Agosto de 1915, autorizó lo mismo a todos los sacerdotes del mundo católico.

Se  concede una indulgencia plenaria especial —aplicable a las santas almas en el purgatorio— a los fieles que visiten una iglesia y recen un Padrenuestro y un Credo. Además, por todo este mes hay otros ejercicios piadosos por medio de los cuales podemos ayudar a las dolientes almas del purgatorio.

Aun cuando estamos muy acostumbrados a esta obra espiritual de misericordia, de rezar por los difuntos, muchísimas veces hemos oído preguntar: “¿dónde dice la Biblia purgatorio?” Algunos piensan que es inútil que nosotros roguemos a Dios por los fieles difuntos.

¿Cómo puede un católico refutar estas falsedades? ¿Dónde, en la Sagrada Escritura, encontramos nuestra creencia del purgatorio? ¿Existe alguna referencia en el Antiguo y Nuevo Testamentos? Y ¿existen otras pruebas que apoyen nuestras referencias en la Sagrada Escritura? Antes de la venida de Cristo, ¿rogaba el pueblo escogido, los israelitas, por sus difuntos? ¿Rezaban los primeros cristianos por los fieles difuntos?

¡Qué importante es que los católicos conozcamos las respuestas a estas preguntas! Examinemos más de cerca la doctrina del purgatorio, no solo con el propósito de defender nuestra fe católica, sino también con la intención de motivarnos a una mayor devoción para con las dolientes almas en el purgatorio.

Cierto es que la palabra purgatorio no aparece en la Biblia. En cambio, sí está presente el concepto, la idea, de dos maneras:  a) Cuando en la Biblia se recomienda orar por los difuntos. Esta oración no tiene sentido si ya están en el cielo o en el infierno. b) Cuando la Biblia menciona pecados que se perdonarán en la otra vida. Es decir habrá otra situación donde se perdonan pecados, y por tanto no es el infierno ni el cielo, que son estados eternos.

Según la Iglesia Católica, el purgatorio es el lugar adonde van las almas de las personas que mueren en gracia, pero que no son libres de toda imperfección. La Iglesia Católica enseña que las almas de tales personas necesitan ser libradas de tres defectos: (1) la culpa de pecados veniales, (2) la inclinación hacia el pecado (deseos desordenados), y (3) el castigo temporal que resulta del pecado

El Catecismo de la Iglesia Católica en su capítulo: “LA PURIFICACION FINAL O PURGATORIO”, nos enseña:

1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.

1031 La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820: 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador:

Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquél que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, dial. 4, 39).

1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: «Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado» (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos:

Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su Padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos, pues,  en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos (San Juan Crisóstomo, hom. in 1 Cor 41, 5).

En conclusión, la Iglesia católica enseña que el castigo del pecado no se quita cuando se perdona la culpa. Se tiene que pagar este castigo o en esta vida o en la vida venidera.

Y ¿Qué es eso de la indulgencia plenaria? Con la indulgencia plenaria se nos quitan las cicatrices que dejaron en nuestra alma los pecados cometidos. Cuando cometo un pecado mortal, es una herida mortal. Esa herida mata mi alma. Si no me arrepiento, me condeno. Si confieso el pecado mortal, se me cura la herida, ya no me condeno. Me han cerrado la herida, me han curado la herida; pero me han dejado una cicatriz. Los pecados perdonados dejan cicatrices, y de esas cicatrices me purificaré en el purgatorio, antes de entrar en el cielo; porque en el cielo no se puede entrar con el rostro lleno de cicatrices. En el cielo hay que entrar presentable.

Eso es el purgatorio: un tratamiento de belleza para el alma. Esa alma que está llena de cicatrices por todos los pecados mortales perdonados, pero que han dejado cicatrices. En el purgatorio, se purifican las cicatrices, se limpian las cicatrices, desaparecen las cicatrices. Y ya puedes entrar en el cielo presentable, que es cómo hay que entrar en el cielo.


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